lunes, septiembre 08, 2008

Albert Camus entre ficción y autobiografía

Mucho se ha hablado y escrito de la autobiografía como un género fronterizo, un género problemático, difícil de definir. Justamente esta cuestión se me plantea en estos momentos en los que estoy releyendo la novela ¿autobiográfica? inconclusa El Primer hombre, obra de uno de los más grandes escritores franceses: Albert Camus (1913-1960). En efecto, el premio Nobel de Literatura de 1957 y autor de obras como La Peste o El Extranjero, estaba escribiendo ese texto tan concordante con su propia vida en Argelia cuando le sorprendió la muerte en un accidente de circulación. Hasta ese momento no había manifestado atracción alguna por la literatura autobiográfica. Ese pudor para contarse a sí mismo tal vez sea la causa por la cual se decantó por una novela para narrar la vida de un niño en la Argelia del primer tercio del siglo XX. Evidentemente, si aplicamos un criterio amplio, podemos decir que el libro puede enmarcarse dentro de una autoficción que no contiene, en lo referente a la diégesis, a la historia, elementos factuales, reales, que puedan atestiguar que sea la propia historia de la niñez de Camus. No es una autobiografía pero sí una novela autobiográfica que tiene un protagonista, Jacques Corney, que tampoco es el narrador dado que el texto está escrito desde la tercera persona. Ese relato de una infancia, se enmarca dentro de la literatura existencialista que muestra a un ser arrojado en el mundo, un ser que se construye a sí mismo gracias a la instrucción y que sale de la miseria para convertirse en un escritor. La novela está dedicada a la "Viuda Camus", es decir, a su madre, la cual no tuvo ocasión de aprender a leer. El epígrafe reza como sigue: "A ti que nunca podrás leer este libro".
En 1994, treinta y cuatro años después de la muerte del autor, sale a la luz este texto hallado el 4 de enero de 1960 en su cartera. Como se puede leer en la nota previa a la edición francesa, el texto publicado se establece a partir del manuscrito y de una copia dactilografiada por su hija: Francine Camus. Además hay un anexo con las hojas sueltas que estaban insertas en el manuscrito y un cuaderno que incluye las notas y proyectos para la obra. El libro lo conforman dos partes. La primera "Búsqueda del padre" nos lleva hasta el año 1913. En el mes de octubre de ese año, una pareja se encamina en una carreta conducida por un árabe, hacia un pueblo de Argelia donde el hombre, un francés de unos treinta años, iba a asumir la gerencia de una finca. Nada más llegar a la granja, la mujer da a luz un varón: Jacques.
Cuarenta años más tarde, en el cementerio de Saint-Brieuc, Jacques Corney se conmueve al contemplar la lápida bajo la cual yace su progenitor, muerto en la Primera Guerra. Lo que más le llama la atención es la edad a la que falleció: "leyó las dos fechas, 1885-1914, e hizo maquinalmente el cálculo: veintinueve años. De pronto le asaltó un pensamiento que lo sacudió incluso físicamente. El tenía cuarenta. El hombre enterrado bajo esa lápida, y que había sido su padre, era más joven que él". A partir de ese momento inicia la búsqueda del que, en ese instante, había dejado de ser un desconocido. Por ello viajará a Argelia.
Durante el viaje en barco que le lleva a Argel, Jacques inicia, por medio de la memoria, la recuperación del tiempo pasado, de su infancia en esa ciudad: el apartamento de la calle de Lyon durante las tardes calurosas del verano, las correrías por la playa con su amigo Pierre, la tiranía de una abuela que había criado a nueve hijos y cuyas ideas sobre la educación eran muy particulares, etc. En ese sentido, este libro entra de pleno derecho en esa biblioteca ideal del recuerdo de la infancia, verídica o ficticia, que Céline, Sartre, Sarraute, Leiris y otros autores franceses han cultivado.
La búsqueda del pasado por medio de la memoria concluye con los reencuentros afectivos y físicos de ese mismo pasado anteriormente imaginado. El retorno a Argel le devuelve una madre envejecida que responde a sus preguntas o el recuerdo del maestro que tantos datos le dio sobre su padre. Desde el punto de vista político, el protagonista vive en 1956 la experiencia de un atentado a raíz del cual se ve en la obligación de proteger a un árabe que está a punto de ser linchado. En cuanto al tono general, se observa en esta obra de Camus la nostalgia de esa vida marcada por la miseria del barrio periférico en el que vivían los emigrantes de origen español.
La segunda parte del libro, "El hijo o el primer hombre", abunda en la reconstrucción del pasado desde el presente: los partidos de fútbol con los amigos, su fingida valentía cuando su abuela le obliga a presenciar el degüello de una gallina y, sobre todo, las vacaciones y sus pequeños trabajos que aportan dinero a una casa de pobres. De manera muy intensa se reproduce el dolor que le causaban las humillaciones en el Liceo por su origen humilde. Al mismo tiempo aparece la incomprensión de los suyos a medida que él se va forjando un saber: "En esa casa, donde no se conocían diarios, ni, hasta que Jacques los llevara, libros, ni radio tampoco, donde sólo había objetos de utilidad inmediata, donde sólo se recibía a la familia, y de la que rara vez se salía, salvo para visitar a miembros de la misma familia ignorante, lo que Jacques llevaba del liceo era inadmisible, y el silencio crecía entre él y los suyos"). La memoria se detiene cuando el niño que fue se transforma en un "adolescente flaco y musculoso, de pelo revuelto y mirada exaltada, que había trabajado todo el verano para llevar un sueldo a casa, acababa de ser designado portero titular del equipo del liceo y, tres días antes, había gustado por primera vez, desfalleciente, la boca de una muchacha" .
Las páginas de esta novela autobiográfica sobre Jacques Corney, están plagadas de momentos emotivos sobre la infancia. Por ellas asoman las ideas del propio Camus adulto, del escritor consagrado que, por encima del absurdo, cree en la amistad. El libro es un claro homenaje a ese mundo pobre que fue el suyo, a la solidaridad que allí existía a pesar de la penuria. Desde el punto de vista político se percibe su postura conciliadora con relación a la guerra de Argelia. Es cierto que en este libro no existe una ficcionalización de la experiencia vivida. Sí hay codificación de los nombres propios, aunque leyendo los márgenes, esa codificación textual desaparece. El Primer Hombre es un libro de recuperación de un pasado que de otra forma está condenado a morir porque ese tiempo transcurrió en un lugar sin memoria. No cabe duda de que la ficción es una estratagema literaria, lo cual vuelve a plantear el problema de definir lo autobiográfico. Lo cierto es que leyendo las últimas frases del libro, nos damos cuenta de que la filosofía existencial del último Camus late en ellas con todas sus fuerzas: "él sentía hoy que la vida, la juventud, los seres se le escapaban, sin poder salvar nada de ellos, abandonado a la única esperanza ciega de que esa fuerza oscura que durante tantos años lo había alzado por encima de los días, alimentado sin medida, igual que las circunstancias más duras, le diese también, y con la misma generosidad infatigable con que le diera sus razones para vivir, razones para envejecer y morir sin rebeldía". Les invito a leer las intensas páginas de este libro y, en virtud de lo que se conoce como “contrato de lectura”, serán ustedes en última instancia quienes decidan si el yo que se expone en ellas es “fingido” o se corresponde con una realidad histórica, la del propio Albert Camus.

domingo, agosto 03, 2008

La autobiogafía de Simone de Beauvoir: una forma de actuar en el mundo

Este año se celebra el centenario del nacimiento de la filósofa y escritora francesa Simone de Beauvoir (1908-1986). Estas líneas, centradas en su concepto de autobiografía, desearían ser una pequeña aportación al evento. Simone de Beauvoir considera que su proyecto de conocer el mundo está unido a su deseo de expresarlo. De ahí que la tarea puramente intelectual de la filósofa existencialista no excluya la experiencia afectiva como lo demuestra la relevancia de su producción autobiográfica en el conjunto de su obra. Beauvoir escribió cuatro volúmenes de memorias, Mémoires d´une jeune fille rangée (1958) (Memorias de una joven formal), La Force de l´âge (1960) (La plenitud de la vida), La Force des choses (1963) (La fuerza de las cosas), Tout compte fait (1972) (Final de cuentas), así como un libro que relata la muerte de su madre Une mort très douce (1964) (Una muerte muy dulce) y un otro acerca de la muerte de su compañero Jean-Paul Sartre La Cérémonie des adieux (1981) (La ceremonia del adiós).
Si al principio de su carrera literaria Simone de Beauvoir se decanta por la novela, en su madurez, deseosa de mostrar el mundo desde un prisma más real, se consagra con más ahínco al género autobiográfico ya que éste permite a la singularidad presentarse sin artificios. A su entender, la novela no es del todo satisfactoria para quien desea reflejar la contingencia. Sin embargo, en una autobiografía "los acontecimientos se presentan en su gratuidad, en sus azares, en sus combinaciones a veces exageradas, tal y como han sido: esta fidelidad ayuda a comprender mejor que la más hábil transposición cómo las cosas le suceden realmente al hombre". Así, Simone de Beauvoir se desmarca de los detractores del género íntimo concediendo valor estético a una forma literaria que demanda gran destreza y solidez. La motivación que la lleva a adentrarse en ese terreno tiene unos objetivos claros: conocerse mejor a sí misma y ser honesta en la exposición de su intimidad. Consciente de que el yo "no es más que un objeto probable" y de que quien se aventura a decir "yo" sólo puede captar algunos perfiles, la pensadora aborda la tarea de contarse sabiendo que al final del camino siempre quedará un resquicio de insatisfacción. No obstante, Simone de Beauvoir estaba completamente convencida de que un examen honesto de su existencia siempre podía aportar algo a los demás: Como ella misma señala: "Si un individuo se expone con sinceridad, más o menos todo el mundo se ve implicado. Es imposible esclarecer la propia vida sin iluminar, aquí o allí, la de los demás". De esta forma, su tarea autobiográfica no se limita, como ocurre en algunos autores, a un ejercicio narcisista. Su escritura transciende el yo y se pone al alcance de los demás porque el acto de escribir sobre su propio ser es, según su criterio, la mejor manera "de hablar a los otros sobre ellos mismos".

domingo, abril 20, 2008

Jonathan Littell y la música/ Jonathan Littell et la musique

Tras una introducción llamada tocatta, Las benévolas de Jonathan Littell (Premio Goncourt 2006, trad. española en RBA, 2007), sigue desde el punto de vista formal la estructura musical de la suite barroca. Los nombres de las diferentes partes de esta novela son Allemandes, Courante, Sarabande. Menuet (en rondós), Aire et Gigue. Es probable que el autor haya elegido esta estructura porque presenta al protagonista como un gran admirador de Bach y como un músico frustrado.En esta obra, encontramos reflexiones estéticas relacionadas con el arte musical. Se contrapone la concepción racionalista de Rameau y de Couperin a la música alemana del siglo XIX, en particular la de Wagner. Schönberg y la música atonal son también temas de discusión de sus personajes.


Version en français:
Après une introduction appelée tocatta, Les Bienveillantes de Jonathan Littell (Prix Goncourt 2006), suit du point de vue formel la structure musicale de la suite baroque. Les noms des différentes parties de ce roman sont Allemandes, Courante, Sarabande. Menuet (en rondeaux), Aire et Gigue. Il se peut que l'auteur ait choisi cette structure du fait que le protagoniste est un grand admirateur de Bach et un musicien frustré.Dans cet ouvrage on trouve des réflexions esthétiques concernant l'art musical. On y oppose la conception rationaliste de Rameau et de Couperin à la musique allemande du XIX sicècle, notamment celle de Wagner. Schönberg et la musique atonale font aussi l'objet des discussions des personnages.